San Bartolomé. El apóstol visionario.

Dijo de él Jesús: “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quién no hay engaño.”

“¿De qué me conoces?” Le respondió Jesús: “Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.”

Felipe era práctico y no quiso entrar en discusiones con su amigo Bartolomé, probablemente, mucho más inteligente, por eso contestó, simplemente: “Ven y lo verás”.

Bartolomé era olvidadizo, extrovertido, visionario, místico, muy religioso y conocedor de la historia de los profetas y del pueblo de Israel, el hombre de otro mundo; el soñador que busca una idea, un profeta, un mesías.

Probablemente hubiera tenido ya alguna desilusión y no quiere que se repita. Y así era; estaba enamorado de una visión, de una persona, de un reino. Y, cuando lo encuentra, cuando se reconoce debajo de la higuera, se entrega totalmente a Dios. Es el hombre sin engaño, sin hipocresía, sin tapujos. Así lo vemos en el momento mismo de su elección cuando le contesta “¿De qué me conoces?” para decir esas palabras de mí.

En la imagen que nos presenta Navarro Arteaga podemos ver a esa persona que está mirando y reflexionando sobre lo que está pasando a su alrededor. Lo está valorando todo, parece que está ausente, pero, a la vez, nos sorprende con sus respuestas, o preguntas, rápidas e inteligentes.

 
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