El Señor de la Cena y sus apóstoles.

Queridos hermanos:

A la hora de escribir estas líneas quiero comenzar retrotrayéndome al domingo día seis de abril del pasado año, hace apenas diez meses. Ese día, el Señor de la Cena, cruzó por primera vez las puertas del Perpetuo Socorro para entrar en nuestra Parroquia camino de su altar, andando sobre los hombros de varios hermanos de la Cofradía y entre las lágrimas de muchos otros que lo veían, con los ojos borrosos, acercarse desde los bancos.

Unas horas más tarde, todavía bajo la emoción y la euforia del momento, cenábamos con su escultor, José Antonio Navarro Arteaga, quién compartía con nosotros la alegría y las sensaciones del momento. Le había gustado la presentación del Señor, las cariñosas palabras del Vicario, los abrazos de los hermanos, cómo los reunidos esa tarde, se acercaban a su banco para darle la mano y, apenas, balbuceando, pronunciar una palabra: “Gracias”.

Luego, comenzamos a hablar del Señor, de lo que podía significar para la Cofradía, del Paso de la Santa Cena y de sus apóstoles que le esperaban a la mesa.

En un momento determinado, nos dijo que le gustaría hacer la imagen de San Pedro, para completar la escena y recoger la copa que le tendía el Señor con su mano extendida. Más de uno cerramos los ojos en esos momentos y soñamos.

José Antonio se fue de Zaragoza contento, feliz por la acogida que había tenido su último hijo. Y, la idea de San Pedro, recogiendo el cáliz se quedó prendida en alguno de nuestros sueños. Quizá algún día, una par de años, tres,...

Pero no contábamos con que ese sueño, también, había envenenado a José Antonio. En sus sueños de artista, de creador, se multiplicaba la sombra de San Pedro alrededor del Señor de la Cena y, poco a poco, crecía todo el misterio de la Santa Cena. Todo el apostolado en su cabeza bailando, pugnando por salir a la luz, como hijos non natos deseosos de conocer a su padre y de mostrarnos su mensaje: el de las primeras personas que recibieron el pan y el vino, aquella primera noche, de las manos del Señor.

Unos meses más tarde, en vísperas de verano, cuando los días se alargan y no dejan casi tiempo a la noche para que crezcan los sueños, nos contaba Navarro Arteaga lleno de ilusión tras el nacimiento de su hijo Juan (este sí, humano), que tenía todo el apostolado en la cabeza, dispuesto a rodear a ese Señor de la Cena que le obsesionaba, para convertirse en uno de los mejores misterios de la Cena de todos los tiempos. Nos decía que necesitaba sacárselo de la cabeza, que tenía que hacerlo para su Señor de la Cena, para nosotros.

Le dijimos -con pena- que no; que no era el momento. Que no podíamos asumir, en este momento, una obra de esa envergadura.

Volvimos de verano. Retornamos cada uno a nuestras rutinas. La noche comenzó a hacerse más larga que los días y, entre sueño y sueño, nos propuso una rebaja importante en el precio, facilidades,... Para él se había convertido más en una obsesión sentimental que en un tema económico y nos lo quería facilitar. Sin hacer cuentas, le volvimos a decir que era imposible. Que, en todo caso, en algún momento, algún año, podíamos plantearnos a San Pedro.

Pero, con los fríos del invierno, cuando el cierzo nos invita a recogernos en casa, para resguardarnos, en las largas noches de invierno, como en un nuevo sueño de primavera, Navarro Arteaga nos volvió a llamar. Volvió a ofrecernos nuestro apostolado para acompañar a su Señor de la Cena. Trazó en el aire líneas imaginarias, dibujó caras sin rostro, rizos de viruta de madera al viento, los que tiene rondando en su cabeza pugnando por salir a la luz. Nos hizo una nueva rebaja.  Nos dio un precio tentador por una obra única que constituye una oportunidad irrepetible que no volveremos a tener: se había propuesto que no le pudiéramos decir que no.

Es mucho dinero: sí. Pero no nos supone más esfuerzo, ni más locura de lo que, en su momento, supuso proponer el Paso de costaleros del Cristo del Amor Fraterno y, hoy, años más tarde, podemos decir que está terminado y va a salir esta Semana Santa a celebrar su aniversario completo.

Cuando estamos comenzando los ensayos de una nueva Semana Santa que se acerca, os estamos contando como, poco a poco, ha ido creciendo un sueño que sigue siendo, únicamente, un sueño que nos ilusiona. Apenas es un proyecto, pero os queremos contar nuestra ilusión y en lo que estamos trabajando con denuedo.

Tenemos por delante un reto, difícil, pero ilusionante, encontrar la financiación necesaria para poder asumir este proyecto y, una vez que tengamos las cuentas resueltas, poder proponerlo a la Cofradía.

Nuestra Junta ha recibido con prudencia pero con ilusión este sueño y se ha puesto a buscar esa financiación que pueda hacer realidad la idea. Una parte tiene que salir de la cuenta de la Cofradía, pero otra parte tiene que costearse, como todo lo que hacemos con donativos de hermanos.

Vamos a abrir una campaña destinada a “apadrinar” apóstoles. Grupos de, por ejemplo, diez o quince hermanos que apadrinen un apóstol que llevará en su peana el nombre de sus padrinos quienes, poco a poco, mes a mes, en unos años lo van a ir pagando.

Son doce apóstoles. No podemos decir que sean sólo doce, son muchas imágenes. Pero si podemos decir que conocemos cómo habéis respondido en otras ocasiones y confiamos volváis a responder ante este proyecto.

Algunos apóstoles tienen que ser, siempre, de cuenta de la Cofradía, para que todos los podamos sentir nuestros, de todos. Pero necesitamos encontrar unos cuantos padrinos más.

Creemos que este sueño no es una locura aunque lo pueda parecer. Creemos que es posible y merece la pena. Estamos convencidos que podemos tener uno de los mejores pasos de la Semana Santa de Zaragoza y uno de los mejores misterios de la Santa Cena de España, que es como decir del mundo.

¡Ayúdanos! ¡Ayuda a tu Cofradía como lo has hecho durante muchos años para hacer posible el Paso del Cristo del Amor Fraterno!

¡Únete a un grupo para apadrinar un apóstol! ¡Ponte en contacto con el Hermano Mayor, o con cualquier hermano de nuestra Junta de Gobierno!

Sólo tenemos una palabra que decir: ¡Gracias! ¡Gracias por adelantado!

La Junta de Gobierno.

 
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